La vida para mí siempre solía ser como un vaso de cristal lleno de agua. Yo era el agua dentro del vaso. Las adversidades y el destino, la persona patosa e indecisa que lo llevaba. Recuerdo que normalmente perdía partes de mí cuando esa persona se tambaleaba, pero nunca se tomaba la molestia de beberme. No sé, al final acabé deseando derramarme del todo y que el vaso de cristal cayese. O que alguien me consumiera por completo. Pero no llegaba esa persona, (siempre pensaba que era porque yo no tenía nada especial) y el vaso cada vez se me hacía más grande, porque nadie se tomaba la molestia de recomponerme.