Dijiste que ahora volvías, y no volviste más. Es irónico las puertas que te abre y cierra la vida. Y como, un día para otro, las cosas cambian. Bueno, la verdad es que no cambiaron tanto. Porque, déjame afirmar, con toda seguridad, que tú ya sabías esto. Estúpido. Y nunca me dijiste nada. Es más, ni me acordaba de que ya me lo habían dicho y ni se me pasó la idea por la cabeza. Estúpida yo, estúpido tú. No voy a decir que te has ido y he perdido el norte. O que te has ido y ahora todo es infierno. Voy a decir que te has ido, y que no he podido despedirme. Y que eso es lo peor, porque no puedo ni ir a verte. Es decir, me gustaría estar en el último sitio en el que estuviste cuando todo ocurrió. Quiero respuestas. Tu voz resuena en mi cabeza ahora mismo. Y todos los momentos me pasan por la mente y es muy gracioso. Gracioso en la medida mínima, como todo. Gracioso y triste, porque eras un buen hombre. Gracioso y triste, porque nunca podrás saber lo que pensaba de ti. Lo que pensaba y pienso, de hecho. Y mientras digo esto tic tac dice el reloj. ¿Me entiendes? Esto es una despedida. De ti y de mí. Porque una parte de mí ha muerto - si es que tenía algo vivo - al irte.