lunes, 26 de octubre de 2015

No hay amor que valga cuando no vale la pena.

Me hubiera gustado inhalar el mismo aire que el tuyo. Más bien inhalarte para nunca exhalarte. Déjame explicártelo, una vez te comparé con un cigarro, pero me olvidé de que para mí, nunca terminabas. Y es que cuando estabas conmigo solía querer hacer sonetos. Ahora lo único que consigo son palabras caóticamente conectadas. Podrías interpretarlo como que me estoy ahogando en mi propio barco. Y lo siento, llevo todo el tiempo en el mismo sitio desde que te marchaste. Tu partida no supuso ningún problema para mí, no me da reparo decirlo. Bueno, con la particularidad de que ahora estoy sentado y me he terminado cansando del café cargado, frío y amargo. He avanzado en ese aspecto. Supongo que ya no soy tan cargado, tan frío ni tan amargo. Por ti, supongo, hubiera creado muros y hubiera derrocado esos mismos con mis propios puños. Pero ni muros, ni tú. Aunque sí las heridas en mis manos - y en mi corazón. Pero me he habituado a tu ausencia. Quizá creí conocerte.
Y es que te he visto en muchos lugares,
         y es que te he buscado en múltiples ocasiones,
                 consciente
                 e inconscientemente.
Pero, lo siento, si ya no encajaba el no estar físicamente, el estar en mi corazón y el no estar en mi regazo,
 no encaja estar,
                  estar
                          y no estar a la vez.
Y te he encontrado. Y estabas diferente. Pero yo también estaba diferente. Estaba sin ti.
''Ah, pues no ha cambiado tanto'' me dije, al reconocerte. Gran y enorme error. Te reconozco, pero no reconozco mi amor. No nos reconozco, tal y como estamos, juntos.
Nos reconozco por separado.
Y eso me duele más.
Pero sigue haciendo frío y al parecer, me seguirá gustando exponerme al frío. Estoy en busca de esa ventana que no abra recuerdos.