jueves, 8 de octubre de 2015

Regresiones y orígenes

Una idea es potente. Quedaba claro con la película de ciencia-ficción llamada Origen, donde el protagonista podía entrar en el subconsciente de las personas mediante el sueño, entrando en un espacio-tiempo completamente distinto, y cambiar sus acciones mendiante simples ideas inducidas como si fueran propias.
Esa película planteaba una paradoja, la de creer en el sueño como algo real eliminando la validez de lo que concibimos ahora como mundo verídico.

"Estás esperando un tren. Un tren que te llevará muy lejos. Tú sabes dónde quieres que este tren te lleve, pero no sabes dónde te llevará. Pero no importa, porque estaremos juntos", planteaba el filme en sus momentos cumbre.

Entrando en spoilers, el protagonista sufre el suicidio de su esposa y la muerte de sus hijos a manos de ella a causa de la distorsión de su concepción del mundo real, atrapándola así en el mundo onírico, el mundo que habían creado juntos y en el cual estuvieron mucho tiempo atrapados, cosa que causó el triste desenlace final: la pérdida de conciencia. Pues claro, ¿qué es real sino lo que vives día tras día?

Una idea es fuerte, firme, y es una línea argumental que se plantea fuerte y firmemente en la película. La desgracia es perder el control, la desgracia es la idea que hizo que se perdieran las ganas del control.

Pues bien, esa misma cuestión se plantea de forma distinta en la película Regresión dirigida por Alejandro Amenábar y estrenada en las pantallas la pasada semana. Aunque está enfocada en un ámbito más psicólogico científicamente hablando, el ámbito freudiano, interpreta lo mismo: Una idea es dura, firme. Creer en ella la refuerza, y creer en que los demás pasaron un momento de sus vidas en que esa idea era la protagonista, lo hace aún más.

Recuerdo cuando ocurrió la desgracia de la matanza en la redacción de Charlie Hebdo hace un año, mi profesor de lengua castellana trató el tema con condolencia, pero concluyó en que era una victoria lingüísticamente hablando.

Se refería al lenguaje con la capacidad de mover mundos, abrir fronteras, deshacerlas e incluso destruir esos mismos mundos.

Ya no sólo una idea es potente, ya no sólo una idea te manipula de manera extremedamente sorprendente, sino que lo hace todo el lenguaje en sí, porque es como un cuchillo que utilizas para cortar alimentos. Puedes cortar verduras, puedes cortar carne animal, o puedes cortar personas. Todo es bueno dependiendo de cómo lo hagas, dónde lo hagas, para qué lo hagas y con qué finalidad lo hagas. A fin de cuentas, lo que es moral y lo que no lo es está determinado por estas preguntas.